Superficialidad y distracción en la era de la (des)información

La pantalla del ordenador aniquila nuestras dudas con sus recompensas y comodidades. Nos sirve de tal modo que resultaría desagradable advertir que también es nuestra ama. Carr (2011)

Cada vez que me paro a redactar una nueva entrada siento cómo el pesimismo irrumpe en mis reflexiones, espero no abusar del negativismo en el siguiente blog. 

No me detendré demasiado en reiterar de nuevo el cliché que existe alrededor de la tecnología digital. Es un hecho que internet nos ha abierto las puertas de la información a segundos de alcance, que las redes han permitido ampliar nuestra forma de comunicarnos, entablar relaciones y que obtenemos una cuantía inimaginable de beneficios gracias a todos sus avances, pero...¿Qué se esconde entre las sombras de la era de la información?

Ya hemos indagado sobre las brechas digitales y todo el entramado de intereses y poderes que hay tras la tecnología; como decía McLuhan (Carr, 2011), como ventana al mundo, y a nosotrxs mismxs, un medio popular moldea lo que vemos y cómo lo vemos - y con el tiempo, si lo usamos lo suficiente, nos cambia como individuxs y como sociedad. 

Es a la idea de Nicholas Carr, aquella que dicta cómo nuestras mentes y nuestros patrones de percepción han ido cambiando continuamente y sin resistencia, a la que quería dedicar el blog de hoy. 

Este periodista y ensayista entendía internet como la tecnología de la distracción (Soto Pérez, 2012) y no puedo estar más de acuerdo con este término. El otro día cuestionábamos el significado de la palabra realidad preguntándonos si de verdad existía o era una construcción de lo que nos contaban. Por supuesto, pertenezco al colectivo que piensa lo segundo, y partiendo de que cada persona construye su realidad a través de la información que recibe y que esta se encuentra sesgada por el medio que la difunde, cómo no cuestionar la veracidad de cada noticia, de cada suceso, de cada imagen. 

Como se cita en Alonso (2019), la consultora Gartner (2017) sostenía en su último informe de “Predicciones Tecnológicas para el 2018” que en el 2022 el público occidental estaría consumiendo más noticias falsas que verdaderas y no habría suficiente capacidad, ni material, ni tecnológica, para eliminarlas. Han pasado dos años de el futuro previsto por Gartner y puedo imaginar que la situación es mucho más crítica. 

Que injusto que una herramienta de conocimiento tal se haya corrompido en beneficio del sensacionalismo y la distracción para mantenernos alejadxs de la realidad. Como comentó mi compañera Andrea en su blog, los algoritmos están diseñados para facilitar el aislamiento y la reafirmación constante de nuestras opiniones e ideas, alejándonos del contenido que se distancia de nuestras preferencias. Si añadimos a la burbuja, la cantidad de desinformación que ingerimos y no filtramos… solo puedo pensar en lo abstraídxs que debemos estar de lo objetivo.

Cuántas veces hablamos entre nosotrxs y emitimos juicios sobre un tema que leímos o escuchamos en alguna red social sin haber comprobado la veracidad del mensaje. Incluso bromeamos usando la muletilla: “Fuente? Tiktok”, porque sabemos lo absurdo, o al menos insensato, que resulta fiarse exclusivamente de una voz sin contrastar, en una plataforma donde cualquiera puede divulgar y crear contenido. 

No sé si recordaréis esto, quizá ni siquiera lo escuchasteis. En febrero del año pasado descarrilaron una decena de vagones que transportaban productos químicos, incluido cloruro de vinilo, en Ohio (Javier Jímenez, 2023). La catástrofe fue tal que comenzaron a llamarlo “El Chernóbil químico de EEUU”, sin embargo, tal y como comenta el mismo comunicador, pese a la gravedad medioambiental del incidente y que los medios lo cubrieron en el momento, el accidente pasó bastante desapercibido. Todo esto coincidió en el tiempo con el avistamiento y derribe de 4 objetos voladores no identificados en el país protagonista de la historia. Twitter y demás redes no tardaron en llenarse de teorías conspiranoicas sobre ovnis, invisibilizando por completo, o al menos dificultando, encontrar información sobre el desastre ocurrido. 

Así surgió el interrogante de muchxs: ¿“Ovnis para tapar la catástrofe ambiental?” 

Sin entrar en paranoias, me limitaré a decir que me parece un buen ejemplo que analizar y sobre el que debatir. Quizá haya intenciones de disuadir y quitar el foco de atención sobre ciertos temas, utilizando estas noticias que fluyen y se difunden a velocidades increíbles por los entornos digitales, aprovechándose de la ignorancia e ingenuidad de lxs usuarixs. 

Debido a la rápida producción y consumo de contenidos culturales, ha existido un aumento de la velocidad y la fragmentación temporal en la atención colectiva a lo largo de varias décadas, agotando más rápidamente los recursos de atención limitados (Martinez, 2024). Si a la burbuja y las fake news, les sumamos la escasa capacidad de atención y el ínfimo esfuerzo por leer y comparar, tenemos la mezcla perfecta para dar el salto a la era de la desinformación, donde vivir una realidad irreal. 

Carr señala que cuando confiamos en los ordenadores -digamos cualquier otro dispositivo digital-, para intermediar con el mundo, nuestra propia inteligencia se aplana y se convierte en artificial. Terminaré con la pregunta que me hice después de haber investigado sobre el impacto que está teniendo toda esta tecnología en nuestro crecimiento: 

¿Creéis que en una realidad paralela donde no nos hubiéramos digitalizado, la versión de vosotrxs mismxs tendría un desarrollo cognitivo superior al actual? 

Espero vuestras respuestas, hasta la próxima!!!

 

REFERENCIAS

Alonso, M. (2019). Fake News: desinformación en la era de la sociedad de la información. Ámbitos: Revista Internacional de Comunicación, (45), 29- 52. 

Carr, N. (2011). Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Trad. P. Cifuentes Huertas). Penguin Random House Grupo Editorial España.

Jiménez, J. (2023). Un tren en Ohio y una catástrofe: qué sabemos realmente sobre el "Chernóbil químico" de Estados Unidos. Xataka. https://www.xataka.com/ecologia-y-naturaleza/tren-ohio-catastrofe-que-sabemos-realmente-chernobil-quimico-estados-unidos 

Martinez, G. (2024). Para ti: Adicción a TikTok. Psyciencia. https://www.psyciencia.com/para-ti-adiccion-a-tiktok/ 

Soto Pérez, F. (2012). El impacto cerebral de Internet. Nicholas Carr (2011). Superficiales: Qué esta haciendo internet con nuestras mentes. M. Revista Chilena de Neuropsicología, 7(3), 141-142

    • Andrea Pérez López
      Andrea Pérez López

      Olaaa Mar!!

      As túas primeiras palabras representanme totalmente xa que, cando me dispoño a facer unha nova entrada tamén me invaden certos pensamentos negativos e pesimistas. Eu considero que isto pásame porque me gusta indagar na parte máis crítica da sociedade e dar voz as partes máis ocultas do que está acontecendo.

      Alégrome de que o meu blog servise para reflexionar sobre o efecto burbulla das novas tecnoloxías.Persoalmente, o teu blog tamén me resultou moi ilustrativo do que está pasando coa sociedade da información. O exemplo das catástrofes ambientais son un claro exemplo da terxiversación da información seguindo certos intereses políticos e ideolóxicos.

      Sen ir máis lonxe, Galicia vén de vivir unha situación parecida na que, como observamos, os medios de comunicación non informaron da situación ata un mes despois. Ademais, cando decidiron facer o desastre público, as opinións nos medios de comunicación foron moi acotadas co que realmente estaba a pasar. Non obstante, numerosas persoas saíron en defensa do que realmente acontecía e dos impactos para a sociedade. Polo tanto, a min persoalmente, isto levame a encauzar unha nova liña máis positiva na que a sociedade non acepta o control da información en base a intereses económicos ou políticos. 

      Grazas por continuar con esta vertente crítica do control da información para seguir explorando novos exemplos cos que alimentar o discurso pedagóxico.